Leer que la edad te hace dogmático e intolerante y que a estos dogmáticos hay que aniquilarlos, nos suena a aquellos tiempos en que las personas de edad eran despreciadas, estorbaban y algunos exclamaban “los trastos viejos al desván”.
En un País culto, civilizado y avanzado, y en el Siglo XXI, son estremecedores aquellos términos, y procediendo de donde vienen nos podrían dar ganas de llorar.

Pero no, no lo hicimos y menos ahora que las personas de experiencia las acogen, en algunos casos, para Consejos, Grupos o Equipos de expertos o de Sabios, para asesorar en casos de envergadura.

No debemos y no queremos herir la capacidad de sensibilidad de persona alguna, porque esa facultad la tenemos intacta y sabemos lo que es, lo que significa, aunque por la edad nos vean intolerantes, cuando nuestra sabiduría dice la verdad, lo que a otros no les gusta al estar embargados dentro de la “verdad a medias” o “medias verdades”, o dentro de la mentira, situación dubitativa que les lleva a pensar hoy azul y mañana rojo.

Sin embargo tenemos que desaguar como líquidos al habernos metido nuestros valores morales envejecidos en una especie de depósito, de desván como los trastos viejos, al vernos como personas inútiles.

Y hemos de escribir que quien utiliza aquellos términos del principio creemos que está en el equipo de aquellos individuos, sin hablarles despectivamente, que no hacen uso de la nobleza, generosidad y honradez propias de una buena y ejemplar persona.

Tenemos máximo respeto por las personas en general, y no guardamos rencor, pero las que piensan en los mencionados términos, las vemos envenenadas por el odio o resentimiento hacia sus semejantes que se han titulado con la honorable situación de abuelos, de personas sabias por su experiencia, y no saben u olvidan que hace más daño el odio que la causa que lo genera, porque se encuentran amargadas y presas por ellas mismas, o sea que no viven, y, algunos casos, tampoco dejan vivir a los que les rodean.

Y permítannos que les recordemos que la venganza no quema el rencor, ni elimina la sensación de mal estar que acabamos de mencionar. Y que son moralmente criminales o penales sus pretensiones, y decimos moralmente porque aún en el Código Penal no está escrito, si bien si lo podía estar como maltrato.

Son los suyos pensamientos que avivan la llama, más que apagarla, de la sin razón, de la violencia.

Creíamos que en nuestra jubilada y especial profesión habíamos visto, por los muchos años que la desempeñamos, las más grandes sin razones, las mayores acciones de violencia verbal hacia las personas consagradas por su sabiduría, venida de años de trabajo, sudor de su frente y enfrentamientos a los sin sabores de la vida y para salir adelante con una familia, que muchas personas valientemente formaron y forman.

Pero no es cierto, porque tristemente nos vemos aún sorprendidos, con la humanidad que queda fuera de los programas de aquellas que citamos al principio.

Aceptamos la crítica, somos refutables, razonables y con argumentación, además de perfectamente tolerables que aceptamos y admitimos las ideas u opiniones distintas de las nuestras, por mucho que digan aquellas impresentables, dicho sea sin ánimo de ofender y a los solos efectos de defensa, porque queremos defendernos dignamente y con los honores que poseemos por haber llegado a abuelos, además de la enorme satisfacción, vida ágil y hábil mentalmente que nos producen nuestros hermosos nietos.

En fin, creemos no merecernos aniquilarnos. Y de lo que sí estamos seguros es de que si algunos tienen las pretensiones expuestas al principio hacia nosotros las tendrá, en su momento, contra los suyos, contra sus propios padres y abuelos.

La humanidad necesita, ante todo, un fondo sin rencor y con democracia. Ama y no mires a quién.
Así lo opino.


  LORENZO ARES ROBLES - Mondoñedo

 

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